Gracias, Señor, por mi cruz de cada día,
porque así sigo tus pasos en dolor y en alegría.
Gracias porque sufro y a veces me siento nada,
y tu fuerza en mis caídas me levanta y me salva.
Gracias porque veo en mi miseria tu mirada
que me abraza y me recrea y hace nueva mi alma.
Gracias porque puedo dar sentido al dolor
y sé que Tú estás dando fuerza al corazón.
Si no fuera por esas cosas qué te iba yo a ofrecer,
cómo te iba a hacer sentir lo que te llego a querer.
Si no fuera por esas cosas cómo podría yo
mirarte en la cruz y desear ser como Tú.
Si no fuera por mis penas cómo iba a comprender
al que sufre y desespera anhelando amanecer.
Si no fuera por mis caídas cómo iba a sentir
que tu CRUZ da nueva vida y vuelvo a ser yo misma ante Ti.
Y vuelvo a ser yo misma ante Ti.