Pues a Jesús vuestro celo
le rindió tantas naciones:
dad a nuestros corazones,
apóstol Javier, consuelo.
En un castillo guerrero
Navarra patria os ha dado;
Ignacio os hizo soldado,
y Jesús su compañero.
Laureles de vuestro celo
son las Indias y Japones.
Apóstol Javier, dadnos la mano
para imitar vuestro aliento.
Vuestro aliento, vuestro aliento.